Dos jóvenes pelirrojos inseparables. Así recuerdan en el pequeño pueblo neozelandés de Ashhurst a Neil Lewiston y Michael Ruthford, siempre en su propio mundo, siempre con una cámara en la mano. En febrero de 1974 estos dos amigos fanáticos del cine crean el movimiento Film Real 74. Quieren hacer películas lo más parecidas a la realidad, documentales puros eliminando todo lo artístico que pueda contener un film tradicional. Algunos de los puntos de un comunicado que hacen público en un periódico local son sorprendentemente parecidos al Manifiesto Dogma de Lars Von Trier y Thomas Vinterberg: cámara en mano, película en color, iluminación natural, sin filtros ni efectos y rodado en localizaciones reales. Pero no se conforman sólo con eso.
Neil y Michael auguran un cine bastante parecido al que disfrutamos en la actualidad, temen una oleada de efectos especiales, elipsis, trucos visuales que difuminen todo lo humano que puede encontrarse en una película. Buscan la esencia, eliminar todas las capas de maquillaje hasta encontrar la piel. Tampoco creen en los guiones que marcan el camino por la que discurrirá la historia. Por eso deciden que el rodaje será en tiempo real y sin premisas argumentales, la película comenzará cuando enciendan la cámara y acabará cuando la apaguen. Ni más ni menos. Saben que eso no es novedoso, multitud de cortos y películas experimentales lo habían hecho ya pese a las limitaciones técnicas de la época. Eso les lleva a especificar una duración mínima de la película que garantice un compromiso del director con los objetivos del movimiento. La duración mínima de una película Film Real 74 será de 20 años.
No pensemos en ellos como dos locos: si leemos alguna de las entrevistas que les hacen ese mismo año son capaces de explicar sus llamativas decisiones con lucidez. Con esa duración pretenden lograr algo muy moderno, que el propio espectador forme parte de la proyección, que se involucre dedicando una gran parte de su vida al visionado de la película. El espectador acabaría conociendo a los protagonistas más que a su propia familia, terminarían sincronizando su sueño con el de los personajes, empatizando con ellos o aborreciéndolos hasta límites nunca vistos. La película sería la experiencia más importante de su vida, si es que se puede separar una de otra.
Para que esto no atraiga a curiosos o advenedizos incluyen una condición adicional, nadie podrá salir del cine hasta que finalice la película. Se creará una sala especial con cubículos individuales y herméticamente cerrados, los espectadores no podrán relacionarse entre ellos ni recibir información del exterior, ni siquiera podrán ser auxiliados médicamente. En caso de muerte el habitáculo estará lo suficientemente aislado como para que el olor no afecte al resto de los espectadores. Esta última condición horrorizó a la opinión pública de la época, surgiendo además por doquier objeciones éticas y legales que hicieron que los dos amigos anunciaran la disolución del movimiento Film Real 74.
No se volvió a saber de ellos.
A finales del año 2014, según un rumor que circula por el pueblo, un vecino de Ashhurst se encuentra a un hombre caminando por el arcén de la carretera que lleva al pueblo. Le pregunta al desconocido a dónde se dirige, y al levantar la mirada del suelo cree reconocer a Neil Lewiston. Cuarenta años más viejo pero juraría que Neil Lewiston, esos ojos saltones y esa barbilla desafiante, no podía ser otro. El desconocido le observa con la mirada enloquecida. El vecino le pregunta si es Neil Lewiston. El desconocido le sigue mirando sin despegar los labios. Tras insistir varias veces sin obtener respuesta cambia la estrategia y le pregunta por Michael Ruthford. El hombre esboza una sonrisa y responde.
-Lo tiene usted delante.
6 Comentarios
El mejor post hasta ahora de la web.
Estoy de acuerdo que es de los mejores. Gracias, Susana. Y está pasando muy desapercibido, un clásico en estos casos…
Gracias, majos.
Unesceptico, no subestimes los pajotes. Punto. Al contrario que tus artículos, ellos nunca nos fallarán.
Lars, no subestimes los pajotes dominicales.
Lo único bueno, la foto de «we are the best». Lo demás, sublime pajote mental sci fi de sobremesa de domingo.